AGENCIA LACANIANA DE PRENSA
París, martes 23 de octubre de 2001

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- El presidente de la República del Brasil responde a la Agencia Lacaniana de Prensa
- Texto original
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París, 23 oct (ALP) - Luego de la editorial de Alexandre Adler en Le Monde del día 11 de septiembre de 2001, y del artículo de Éric Laurent en el boletían nro 3 de la Agencia lacaniana de prensa fechado el 17 de septiembre, el correponsal de la ALP en San Pablo, Dr, Jorge Forbes, dirigío al Presidente de la República de Brasil, M. Fernando Henrique Cardos, el 27 de septiembre, las dos preguntas que siguen. Le hizo llegar también al Presidente la editorial de M. Adler. El Presidente respondió por mail con fecha 15 de occtubre de 2001.

San Pablo, 27 de sept. (ALP) ­Preguntas planteadas por la Agencia lacaniana de prensa al Presidente de la República de Brasil, M. Fernando Henrique Cardoso
Hay actualmente en Francia una controversia sobre el sentido del comtismo brasileño. Unos dicen que el positivismo fue vehiculizado en Brasil por los militares, y que no hacían más que captar los rayos de un astro ya muerto en Europa. Otros sostienen que los préstamos tomados de Augusto Comte por los positivistas y los legistas brasileños deben más a un deslizamiento original del imperio liberal hacia el presidencialismo americano que a la imitación servil de Europa. Por otra parte, señalan que los "coroneis" de la época tienen más de notables que de militares. ¿Cuál es la opinión del Presidente sobre este tema?
¿Cuál es el alcance hoy en Brasil de la referencia a Augusto Comte? ¿Recuerdo histórico fuera de moda, o influencia permanente?
Brasilia, 23 de oct (ALP) Entrevista del Señor Presidente de la República de Brasil con la Agencia lacaniana de prensa

Uno de los aspectos interesantes de su pregunta, son los términos en los cuales usted la formula. Usted hace en efecto referencia a una controversia sobre la influencia del positivismo comtiano en Brasil, y usted precisa que el debate opone a aqullos que lo explican como la influencia de los "rayos de un astro ya muerto en Europa" y aquellos que lo comprenden como "un deslizamiento original del Imperio liberal hacia el presidencialismo americano".

Puesto en posición de pronunciarme entre estas dos hipótesis, mi respuesta es: ni una ni otra. Las dos aportan su cúmulo de problemas. La primera sugiere, bien que sutilmente, un mimetismo intelectual un poco mecanicista de parte de Brasil y del mundo no europeo en general. Esta alternativa presupone, todo esto no es más que implícito por supuesto, la existancia de un centro irradiante ­ la imagen del Sol, evidentemente-, y de zonas de una sombra cada vez más densa, donde los rayos que llegan no pueden calentar por igual el universo de las ideas. La segunda alternativa comporta un diagnóstico nuevamente no formulado, que apunta igualmente hacia una relativa incapacidad local para dar nacimiento a movimientos intelectuales dotados de una historia que le sea propia.

Si descarto estas dos alternativas, es para rechazar el presupuesto de que hay en la circulación de las ideas en el mundo, un proceso de copia empobrecedor. Creo por el contrario ­ y recuerdo haber escrito un artículo que justamente llevaba este título ­ que existe lo que llamo "la originalidad de la copia". Por supuesto, el positivismo de Comte tiene una matriz francesa, del mismo modo que el hegelianismo pertenece a una larga tradición del pensamiento alemán preocupado por resolver las dificultades heredadas del kantismo. Estas observaciones, casi una obviedad, no significan sin embargo que la influencia de Hegel, en Francia por ejemplo, deba concebirse como una asimilación pasiva. Sin embargo, lo que vale para un país, particularmente en ese caso, funda una regla que debe ser general.

Por lo tanto, no creo que podamos hablar de simple copia, sino de copia original. En el caso del positivismo comtiano en Brasil, esto es muy claro. Los aspectos más conservadores y la pendiente a la uniformización que han marcado el positivismo europeo del siglo XIX, sufrieron claras y profundas modificaciones interactuando con un ambiente socio político y económico esencialmente distinto. La metafísica thomista y el poder clerical, blancos de la crítica de Comte, no tenían en Brasil peso suficiente para que esta crítica conozca tal amplitud. Por el contrario, es interesante observar cómo esta ideología que plantea una ley de progresión de la humanidad hacia su estado positivo, se trasmuta en Brasil en una lectura esencialmente vuelta hacia el progreso material de la nación. El concepto de desarrollo, que Comte hereda de Saint Simon, se enraíza en Brasil bajo la forma de la defensa del progreso. Naturalmente, el acento puesto sobre el orden comporta en sí mismo un potencial conservador, incluso autoritario, que deja sus huellas en nuestra historia.

Sea como sea, pienso que es importante no perder de vista que la influencia del positivismo en Brasil hacia mediados del siglo XIX viene a fundirse en un amplio movimiento social alimentado por la crisis del régimen monárquico, la aceleración de la crisis del sistema de producción esclavista, y la ascensión de una burguesía comercial. En el marco histórico preciso, el positivismo viene a asociarse con las ideas republicanas para reivindicar un Brasil nuevo. Es evidentemente un paradoja, que no deja de tener interés, que hayamos recurrido a un arsenal conceptual de hechura conservadora para tomar la defensa de cambios progresistas, pero la explicación de esta paradoja no quiere invocar, ni una copia sin originalidad de ideas ya viejas en su lugar de nacimiento, ni un fototropismo que pasaría a orientarse en la experiencia norteamericana. De hecho, la explicación es local, y pone ante todo a la luz las contradicciones de nuestro proceso de desarrollo.

Finalmente, quisiera agregar una última observación al tema desde un punto de vista de nuestra historia reciente. Es verdad que la asociación entre orden y progreso terminó por dar lugar en Brasil a un debate en el seno del cual se opusieron, lo que no dudaría en llamar un "nacional-desarrollismo-autoritario"y un "nacional-desarrollismo-abierto". Este fue uno de los elementos que nos condujo al drama de 1964. El hecho nuevo en Brasil hoy, y de esto estoy seguro, es simplemente que la opción ideológica que salió victoriosa en 1964 ya no es posible. No hablo solamente desde un punto de vista político (desde este punto de vista, tengo la certeza más absoluta de la solidez de nuestra democracia), sino que me refiero más aún a los términos del debate conceptual. Hemos avanzado mucho, y hoy todo proyecto de desarrollo nacional no puede más que partir de datos que considero axiomáticos. He aquí tres: la convicción de que el debate libre y plural es indispensable; el compromiso de vencer la herencia de numerosos años de desarrollo sin igualdad social; la preocupación por defender la idea de que nuestro país tiene entre sus manos la posibilidad de resolver algunos de sus más graves problemas de justicia social. La realidad brasileña hoy es significativamente mejor que la que hemos recibido en 1990. Ciertamente hay mucho para hacer pero avanzamos movidos por la convicción de que el orden no es sinónimo de una sociedad donde una sola voz se hace escuchar, y que la polifonía produce la única forma de desarrollo por la cual hay que luchar.

Fernado Henrique Cardoso

Traducci—n: Silvia Baudini

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