Caso Clínico:

"... lo peor"

Paula Contreras

 

Una mujer de 31 años, a la que llamaré Ana, inicia una serie de entrevistas que se prolongarán por el término de dos años, con algunas interrupciones.

Ana está embarazada de 6 meses. Muy angustiada, se ve muy fea, horrible, no quiere ver a nadie. Se siente muy sola. Atribuye todo lo que le pasa a los problemas que tiene con su partenaire.

Está en pareja con Horacio hace un año. De él dice: "no me da bola ... no es el de antes ...lo único que le importa es joder con sus amigos ... no le gusta trabajar ... es un desastre ... me hace la vida imposible". Cuando Ana conoce a Horacio, cuenta que"él era un amor": estaba pendiente de ella, la buscaba todo el tiempo. Ahora, viven peleando.

Conocerlo a Horacio la ayudó a olvidar a otro hombre con el que convivió -por primera vez- durante poco más de un año. También con él se peleaba todo el tiempo, por pavadas.

Ya en esa primera entrevista, Ana ubica lo que se repite en sus relaciones amorosas: "al principio todo bien, pero en algún momento algo cambia"; esto es: comienzan a llevarse muy mal, a pelear todo el tiempo y ella a sentir que aunque esté con alguien, está sola.

No sabe por qué pasa esto, tampoco puede precisar por qué el cambio. Lo que sí sabe es que los hombres de los que se enamora, en algún momento, "dejan de ser los de antes".

Señala también el rasgo que parece intervenir en sus elecciones de objeto de amor (rasgo que más adelante se develará completamente opuesto a las marcas que le vienen del Ideal materno): generalmente se enamora de hombres "vagos" y "desastrosos", pero como su partenaire actual, dice, "no hay otro peor".

Del embarazo, cuenta que no fue buscado. La tomó de sorpresa porque pensaba que no iba a poder quedar embarazada. Esta idea se le arma tres años atrás, época en que es operada de un quiste de ovario. Se convence de que no iba a poder porque un médico le dijo "algo así como que podía tener complicaciones para quedar embarazada". Ana confiesa que al enterarse de su embarazo, se le viene el mundo abajo, porque "no podía creerlo y menos que sea justo con él". Decide tenerlo sola. A Horacio sólo le avisó, sin importarle qué pudiera pensar él de esto. Recorto de sus dichos:

- Tenerlo sola...

Vuelve a decir: "me cuesta creer que voy a tener un hijo con él, no creo que Horacio vaya a ser un buen padre, no creo que haya otro peor que él". Intervengo diciéndole:

- Te embarazaste del peor.

Ana se queda -por primera vez- unos minutos en silencio y me mira sorprendida. Luego dice: "tengo mucho miedo, creo que me mandé una cagada y ahora me tengo que hacer cargo".

En entrevistas posteriores sigue viniendo muy angustiada. Se queja de las peleas permanentes con su pareja y continúa atribuyéndolas a que él es un desastre, que no le da bola, que no es el de antes.

Cuando le pido que intente precisar qué puede haber de ella en estas peleas, me cuenta que Horacio le reprocha sus "caras de culo". Le dice que está cansado de verla así, que no quiere una mujer que esté todo el tiempo con cara de culo. "Todos se quejan de lo mismo, pero no las puedo evitar". Ella no es así al principio, pero en algún momento empiezan a aparecer. Le digo:

- En algún momento vos también dejás de ser la de antes.

Ana dice que es como si lo hiciera a propósito, para llamar la atención: "cuando siento que ya no soy tan importante empiezo a mostrar lo peor de mí, mis caras de culo".

Esto de las "caras de culo" la lleva a hablar del Otro materno. Su madre también se quejaba de lo mismo cuando convivían, pero Ana allí tampoco las podía evitar, sobre todo cuando se peleaban.

Le molesta y le fastidia tener una madre que esté todo el tiempo encima, "cuidando que no nos pase nada", porque después aparece el reproche por "todo lo que hace por nosotras".

Ana tiene una hermana cinco años mayor. Cree que su madre piensa que a ella nunca le va a ir tan bien como a su hermana. Se compara y dice: "mi hermana aunque sea estudió, es profesional y le va mejor con sus parejas".

Supone que la falta de confianza que le viene de su madre respecto de lo que ella puede lograr, la marcó mucho. Ana cree que es por eso que le cuesta sentirse valorada y es ahí que se le arma la significación de que "nunca le va a ir bien", o que "cuando le va bien con algo, no puede durar mucho". Relaciona esta significación con lo que le pasa con los hombres: "al principio todo bien, pero en algún momento todo empieza a estar mal". Luego dice: "de repente empiezo a sentir que yo tampoco soy la de antes, que ya no le intereso, que no le importo, así es como me siento con Horacio en este momento".

Le pido que hable de su padre: "con él es peor, si prácticamente nunca me habló... Me quejo de que mi madre habla todo el tiempo, que me cuestiona, que me pregunta, pero aunque sea puedo saber qué piensa ella de mí... con mi padre, como no habla, no dice nada, siento que directamente ni le intereso". Le digo:

- Pero entonces puede venir de ahí. Me pregunta: "qué puede venir de ahí?"

- Lo que decís que te pasa con los hombres. Y corto la entrevista.

Continúa apareciendo la cuestión del sentirse sola y la queja por la falta de interés de su pareja. Cito en algún momento lo que ella dijo de su padre -"con él es peor: ni le intereso"- y esto la lleva a contar un episodio que en su campo de significaciones viene a ubicar "la causa de la infelicidad de sus padres":

"Tuve una hermana que murió en un accidente... si ella viviera tendría tres años más que yo... iban caminando con mi abuelo y mi otra hermana... un auto subió a la vereda y se la llevó por delante... en menos de un año nací yo... imaginate lo que me tocó vivir a mí".

Dice también que aunque se queje de su madre, puede entender por qué siempre está mal, perder un hijo debe ser algo terrible.

De su padre, sabe que "eso lo cambió completamente": antes era muy sociable, salían mucho con su madre, desde aquel momento prácticamente no habla con nadie, dejó de ver a sus amigos, sólo trabaja y se ocupa de traer plata a su casa. Luego agrega: "a mí me tocó lo peor".

Recorto de sus dichos:

- Lo peor? "Sí -contesta- lo peor de la historia de mi familia".

Dicéndole que "lo peor" es una marca que hay que trabajar en este análisis, corto la entrevista.

Se acerca el momento del nacimiento de su hijo. Se intensifica su malestar, siguen sus peleas con su pareja y se agrega el miedo al parto. Miedo a sentir mucho dolor, a tener algún problema. Se toma la licencia en su trabajo y estar en su casa, sola, la angustia más que antes.

Al mes tiene su bebé, un varón. Me llama por teléfono y dice: "todo salió bien, estuve muy acompañada por mi familia y me hizo bien que Horacio haya presenciado el parto".

A las dos semanas viene al consultorio y dice que ya no está tan mal como antes, que se siente muy feliz con su hijo, y que su pareja está un poco mejor con ella.

Le pregunto a qué atribuye el cambio de Horacio y responde: "se ve que esto de ser padre lo cambió un poco".

Le digo: vos no tenés nada que ver con eso? Responde: "no, no creo en eso".

- Entonces, ahí está el problema. Diciéndole esto, corto la entrevista.

A la semana siguiente llama y dice que va a dejar de venir por un tiempo porque se le complica "dejar al bebé". Le digo que aunque venga menos, puede venir igual. Propone llamarme cuando necesite volver. Interrumpe por cinco meses.

Vuelve muy angustiada porque surgieron otra vez las peleas con su pareja: "Horacio estuvo bien conmigo muy poco tiempo, pero esta vez dije basta, no puedo tolerar más que me trate mal, que me diga que estoy loca, que se vaya y que vuelva cuando quiera... ahora soy madre y no puedo permitir que mi hijo viva todo esto".

Durante este tiempo de interrupción, me cuenta que "se armó un despelote enorme".

Luego de una pelea con Horacio, él se va diciéndole que no quiere verla más y que va a ver a su hijo cuando él quiera. Ella le comenta esto a sus padres, porque "no sabía cómo resolver esto sola".

Ana se sorprende al ver la intervención de su padre: habla con Horacio y le dice que así no puede seguir, que no va a ver a su hijo hasta que esté más calmado. "Después de que mi padre le puso este límite, Horacio se enloqueció, le dijo a mi padre que era un hijo de puta y que no le vamos a prohibir que vea a su hijo. Me llama al trabajo y me amenaza: si te encuentro en la calle te mato".

Me cuenta también que Horacio decidió pedir ayuda a un abogado para poder ver a su hijo.

Le digo: - alguien tiene que intervenir para poner orden en este despelote.

Viene durante aproximadamente dos meses, antes de una segunda interrupción. Durante este tiempo dice sentirse aliviada porque al no verlo a Horacio se sacó un peso de encima. Pero la inquieta mucho pensar que termine sacándole el bebé. En una audiencia se resuelve el régimen de visitas de Horacio. La tranquiliza confirmar finalmente que no le pudo sacar el bebé.

Interrumpe nuevamente. El motivo: "porque no puedo seguir pagando el análisis hasta que me reordene". Si bien le propongo revisar los honorarios porque no me parecía conveniente que dejara su análisis en ese momento, responde muy decidida: "te llamo cuando crea que pueda retomar".

Vuelve a los cuatro meses. Esta vez la trae -por primera vez- una pregunta que abre las vías de su implicación: "Por qué no puedo separarme de Horacio? Por qué sigo con él?"

Se reencontraron y ahora se ven a escondidas: "no puede saber nadie que nos estamos viendo, después de todo el despelote que armamos".

En este tiempo de tratamiento, Ana se encuentra con una novedad: el haberse dado cuenta que hay algo de ella que arruina sus relaciones amorosas. Dice: "siempre cagué las cosas, por mis negativas, mi inseguridad, mis caras de culo... cuando algo está bien, yo lo cago".

Respecto de su relación con Horacio, ya no se pelean tanto, y logra ubicar algo también novedoso para ella: "lo que lo saca a Horacio son los celos enfermizos que tiene".

Algo cambia significativamente para Ana: de su queja por la falta de interés del Otro, pasa a la suposición de que el Otro "se hace el desinteresado" cuando algo le da bronca, tal como dice que le ocurre a Horacio cuando la llama y no la encuentra o cuando sale sola, sin él.

Pero, aunque las cosas estén mejor, va a insistir el querer separarse porque no cree que Horacio le pueda dar apoyo y seguridad. Sabe que no va a funcionar.

Paradójicamente, en las últimas entrevistas -antes de una nueva interrupción- se logran ubicar las dos cuestiones en las que sí funciona su relación con el partenaire; en sus dichos, aquello que la ata a Horacio: "que sea el padre de mi hijo" y "en la cama lo vuelvo loco". Veamos qué se abre a partir de estas dos significaciones.

Puede comprobar que aunque Horacio sea un desastre, es muy dulce con su hijo. Le gusta ver cómo lo mira, cómo lo trata, lo ve feliz con él. En algún momento dice: "no me puedo separar porque es el padre de mi hijo". Y supone que no podría mirar a otro hombre "porque él es el padre".

Esta significación "es el padre de mi hijo", la asocia con algo que le viene del discurso materno: "tu papá trabajó toda su vida para que nunca les falte nada". Ana supone que esta frase de su madre es un modo de justificar la falta de su padre en lo afectivo, que nunca haya demostrado nada. Dice: "a mí siempre me faltó".

Aparece también mucha culpa en relación a su función de madre: "si estoy en casa con Horacio, puedo fumar, tomar alcohol y disfrutarlo. Si lo hago con una amiga y él no está, siento culpa porque una madre no puede hacer esas cosas mientras su hijo duerme". No puede evitar sentirse responsable de todo lo que pueda pasarle a su hijo: "soy yo la responsable de todo". Le digo:

- Pero hay un padre.

Ana responde: "el padre es mucho más superficial, los hijos son de la madre". Esta significación la relaciona con eso de que su madre las cuidara demasiado, que estuviera siempre pendiente, sobre todo de ella: "que nunca me pase nada... hizo siempre, en ese sentido, muchas diferencias con mi hermana". Le pregunto por qué supone que a su madre se le armaba esto particularmente con ella: "porque mi madre no puede dejar de sentir culpa por la muerte de su hija. Y encima yo vengo a nacer ahí, un año después de eso... con todo esto, me siento hija de la culpa".

Intervengo diciéndole: -que tu madre haya sentido culpa es una suposición que no impidió que algo vivo continuara en ella, al menos bajo la forma del deseo de tener otro hijo.

Respecto del encuentro sexual con su partenaire, siente algo que nunca le pasó con ningún hombre: "en la cama puedo hacer lo que quiera con él, sé cómo volverlo loco".

Y es en este punto que aparece por primera vez la suposición de la Otra de la histeria bajo la forma de los celos: "si alguna vez lo veo con otra no lo podría soportar". Ana cree que es esta suposición lo que le impide separarse de Horacio: "con tal de no verlo con otra, sigo con él".

Es aquí que la confronto con lo que ella misma dice de lo que anda bien en la cama, y le pregunto: - no será eso lo que te ata a él? "Puede ser -dice- me encanta volverlo loco en la cama, siento que lo domino ... lo peor es que él me pregunta: vas a ser siempre así?"

- Cómo? Lo peor? Le pregunto, señalándole la insistencia de ese significante.

"Sí -responde- saber que lo vuelvo loco en la cama es lo peor, sobre todo que le guste y que me lo diga, así me va a resultar imposible separarme de él".

Una vez despejadas estas significaciones, en el transcurso de este último tiempo, Ana vuelve a interrumpir su análisis.

Será que, más que no soportar la suposición de verlo con Otra, lo que verdaderamente se le hace intolerable es confrontarse con la Otra que se vuelve para ella misma -en tanto mujer- en el encuentro con el goce fálico?

En fin... Cuestiones de la histeria frente a lo real del sexo.

Y en este caso, una forma singular de rechazo de lo femenino: ...lo peor.