El Psicoanálisis en el Siglo XXI

Entrevista a Juan Carlos Indart

por Damasia Amadeo

"Ojalá que los nuevos psicoanalistas construyan vínculos más divertidos y despejados".

 

A lo largo de esta entrevista Juan Carlos Indart reflexiona sobre el arraigo del psicoanálisis en la Argentina. Profundiza en el rol del psicoanálisis actual dentro de un contexto mundial capitalista y dominante. Habla de "traidores", de "fantasmas", y de las identificaciones pueriles en que caen las agrupaciones. Afirma finalmente que, si bien no habrá un "panteón" para los psicoanalistas, la transferencia de los "vivos" traerá nuevas demandas.

Los inicios de su formación se situaron en la sociología y, si no me equivoco, fue la lingüística el punto de contacto que lo llevó a interesarse por la obra de Lacan. Pienso que esta intersección ha dejado una impronta muy particular en su manera de pensar el psicoanálisis.
Por eso, me interesaría saber, ¿cómo piensa Ud. el arraigo que ha tenido el psicoanálisis en este país y cómo ve su evolución hasta la actualidad?


Es un hecho que cada psicoanalista no puede sino pensar el psicoanálisis a su manera, de manera diferente según cada analizante, y de manera diferente según avanza, por efectos de formación. Eso hace que para cada analista no sea fácil su relación con los colegas, ya que la base común es la de una multiplicidad de singularidades incontroladas. No es como el Preámbulo, donde se puede decir "Nos, los representantes...". No hay un "nosotros" para los psicoanalistas, y no tienen ni preámbulo para intentar darse una constitución.
Se agrupan, de todos modos, y eso es otro hecho, fabricándose algunas referencias comunes, para presentarse como una institución entre otras, en sociedades suficientemente democráticas, quiero decir, de aquellas que a tales emprendimientos ni los obliga ni los disuade.
En Argentina los pioneros se agruparon a lo grande, como APA, siendo APA una sede de IPA. Se agruparon con una referencia internacional, y trabajaron con fervor.
El resultado fue una sorpresa, porque dieron en la tecla en cuanto a una profundidad del gusto en sectores sociales de todo el país para quienes hizo entrada en su realidad efectiva la demanda de "terapia", como al poco tiempo, mayoritariamente, se la llamó.
Pero si la demanda se ampliaba cada vez más, la oferta estaba cautiva en APA por su relación al discurso universitario bajo el requisito de un título de medicina.
Por un lado, esa tensión hizo que la oferta se abriera sin trabas a diversos empleos nuevos del psicoanálisis, como la psicoterapia de orientación psicoanalítica, el grupo terapéutico, el psicoanálisis de pareja, el tratamiento de la psicosis, etc., no sólo a nivel privado, sino como modos de acción en servicios públicos de salud mental.
Pero, por otro lado, con la creación en el país de las nuevas carreras académicas que otorgaban títulos en ciencias humanas y sociales, entre ellas la psicología.
Esa tensión dio lugar a que de manera creciente e imparable muchos psicólogos de orientación clínica asumieran la oferta, encontrando trabajo, no sólo institucional, sino privado, y con más facilidad que en otras especializaciones.
Así llegamos al pico del arraigo, del que hay que destacar, a) que la enseñanza de las doctrinas de Freud y postfreudianos, que no se difundían en la Facultad de Medicina, se hizo importantísima en las facultades de Psicología, y también se transmitió en las de Filosofía, Sociología, Antropología, etc., con el resultado de que la tensión antes aludida, tomada en la vertiente vinculada a las necesidades de formación de los nuevos ofertantes, se resolvió con creces.
En efecto, esos psicólogos estudiaban mucha teoría psicoanalítica, y la seguían estudiando en forma permanente bajo la forma de grupos de estudio privados.
Muchos de esos grupos, por ejemplo, eran conducidos por un médico psicoanalista de APA, lo que doy como indicación de que el complejo tejido de arraigo efectivo ya dejaba las restricciones de esa institución en un formalismo cada vez más vacío. Agreguemos el hormigueo bullicioso de esas tramas en los hospitales públicos, con sus organizaciones, ateneos, y lo que es el punto esencial, la atención directa de pacientes bajo distintas modalidades de control. b) casi sin excepción ningún psicólogo inició su práctica como analista sin haber hecho un análisis o estando en eso. c) Casi sin excepción ningún psicólogo prescribió medicación, recurriendo a un médico psiquiatra en los casos necesarios, situación también indicativa de una colaboración efectiva y creciente según una red suficientemente indiferente a las declamaciones segregacionistas, de poco arraigo en el ámbito social al que me refiero.
Algo inesperado, entonces, y por lo que en nuestros pagos, por decir así, los efectos del psicoanálisis desbordaron cualquier dominio exclusivo que quisiera fijársele.
La enseñanza de Lacan, intensamente recibida en el país, y por el retorno a Freud que sostenía, colaboró con creces en la legitimación de ese arraigo del psicoanálisis.
Prontamente los practicantes del psicoanálisis lacanianos asumieron como principio la hiancia existente entre la formación analítica y cualquier formación universitaria, y eso los empujó a la creación de diversas instituciones con finalidades de escuela, en un clima de discordia en el que resonaban las del país.
Es que de pronto todo eso se vio afectado por una agitación política general internacional que aquí culminó en una dictadura decididamente oscurantista .
Cuando volvió un poco de luz, varios grupos lacanianos, no todos, se organizaron a lo grande también, en un camino inverso al de la APA.
Primero fundaron aquí la EOL, y luego, junto con otras escuelas de otros países cofundaron la AMP. Y hay muchas otras instituciones, lacanianas o no, con sus pequeños o vastos alcances.
Del arraigo podemos decir que persisten las raíces, pero la maceta en la que estaban se secó, y parece, con cierta urgencia, que hay que tratar de que penetren en nuevas tierras.
O sea que las condiciones cambiaron. Y no es que ya no sean las mismas aquí, sino que más drásticamente aún han cambiado en los otros lugares del mundo donde había arraigado el psicoanálisis. Queda sembrar donde sea, pero ya no sólo en la maceta de aquella clase media de profesión liberal que se va extinguiendo.
Ahora el psicoanálisis debe arraigarse de manera tan diversa que a sus practicantes les costará reconocerse según el estatus social. Habrá, para usar una comparación, el extremo de los franciscos de asís, en posible conversación con el extremo de los opus night de los opus dei. El desafío es sostener esa trama entre aquellos cuya responsabilidad por su manera de gozar los haya llevado a desprenderse de las identificaciones de clase.
Además, no hay que olvidar que la psiquiatría ha dejado de ser una práctica de la escucha. Su maceta se secó, y no encontró donde arraigarse, por lo que se desliza al destino límite de visitadora médica de los laboratorios de psicofármacos, escudada en el fundamento que pasado mañana le darían las neurociencias, para administrar escopetazos químicos con mediciones estadísticas cambiantes según las presiones del mercado.
El resultado es eficaz, dentro de la eficacia de la drogadicción (blanca y legal, pero tan costosa como la otra) con su secuela de deshumanización del paciente, empujado al sueño de su tontería orgánica por privación de la posibilidad de elegir el camino de la verdad y el saber de su sufrimiento.
Hay otras prácticas que al menos escuchan, y que salen al cruce de los nuevos síntomas, pero mi opinión es que tanto el psicoanálisis como la gente analizada verificará en los hechos que es más fuerte, y que no tenían por qué permanecer atados a un encuadre cuyos hábitos han perimido.

En una entrevista que le hice a Jorge Alemán, él pensaba la situación sociopolítica en Occidente caracterizada por una política de intervención militar y financiera no regularizada. Algo así como un Otro ominoso al que no es posible poner límites. Sin embargo, él también pensaba a América Latina como una incógnita en este sentido, y es más él creía ver en América Latina la posibilidad del surgimiento de un escenario sociopolítico novedoso, ya que la situaba como "estando en Occidente en exclusión interna". Me gustaría saber qué piensa Ud. al respecto.

Son tres enunciados vigorosos, pero que en su brevedad podrían traicionar el pensamiento de nuestro colega Jorge Alemán. Por eso los voy a tomar en lo que me dan a pensar, sin nada para discutir, como ocurre para cada cuál cuando se tejen ideas en torno a una incógnita.
A los tres los tomo como instantes de ver, y colaboro en el tiempo de comprender.
Al primer enunciado lo formulo así, hay una intervención militar y financiera (económica) en y de Occidente a la que es imposible normativizar.
Me parece correcto, y siempre la hubo desde el surgimiento del modo de producción capitalista en Europa y en los EE.UU. El modo de producción capitalista no es como los otros que había. Es un virus invasor para el que no se conoce vacuna, y es su característica la de realizarse destruyendo cualquier otro modo posible, sin concesiones de ninguna especie. Lo difundieron según dominancias turnadas los países europeos, con intervenciones militares y financieras imposibles de normativizar, durante siglos, en cualquier lugar de lo que se empezó a llamar Œel resto del mundo¹, como territorio invadido que no iba a participar del festín, ya que alcanza con corromper a los ejecutores que allí se sostienen para la mentira de sostener que van a acceder al modo de producción capitalista, cuando en realidad se trata de quitarles todo lo que tienen. Sin ninguna síntesis, y es Africa y no América Latina el lugar donde poner las barbas en remojo.
Alguien llamó a ese resto del mundo ŒTercer Mundo¹, para que alguno se crea que se puede estar en el segundo, y le de esperanzas al tercero. No creo en eso, porque el ŒTercer Mundo¹ ya ha sido salvado, en la medida en que es evidente que la mayoría de sus habitantes ya se ha ganado el cielo de los raquíticos del cuerpo.
El problema para los occidentales fue que, dentro mismo de su Œdominio¹ del virus, les surgió una enfermedad mental seria, paranoica, la del fascismo y el nazismo. Eso no les vino del resto del mundo, y los dejó turulatos.
Entonces se pusieron a normativizar, a hacer valer derechos internacionales entre sí, ¡y para el resto del mundo!, sobre un problema que sólo fue de ellos, y que ellos transmitieron. Y han trabajado en pro de la integración, y hasta tratan de hacer como que aman un poco lo diferente. No critico esos paños fríos para la fiebre del enfermo, porque no conocemos el remedio, pero el caso es que ahora los EE.UU., como Alemania antes, se corta solo en el Œdominio¹ del virus, y habiendo ya un antecedente, se hace una luz sobre esa enfermedad endémica del capitalismo. Terriblemente nueva, porque no hay dos psicosis iguales, y en esto va a tener que despabilarse un poco la comunidad judía.
Mientras tanto sólo pasa que el Œresto del mundo¹ se amplía, y hay que pensar de otro modo a los aliados.

El segundo enunciado es condicional, podría haber una novedad en América Latina...no sé...se espera esa novedad desde la emancipación que aún lleva los nombres de Bolívar y San Martín, ajenos y algo próximos a México, Centro-América y Brasil.
En el Buenos Aires de 1920 José Ingenieros, desde el periódico Redacción, sostenía infatigablemente el debate sobre la Patria Grande, y con sus colaboradores discutía cada momento político, económico, cultural y diplomático de cada uno de sus países, advirtiendo sobre las maniobras fuera de regulación del imperialismo norteamericano en la región. En esas páginas hay una República de las Letras latinoamericana abierta y efectiva pero, como diría Alphonse Allais,,,,. "¡Qué lejos está todo eso!".
El aparato al que me referí lleva dos siglos de dominio, dividiendo a los países según el método eficaz de la corrupción, y ha triunfado en todos lados con la promesa de entrar en el capitalismo competitivamente, cuando se trata de apoderarse de todo dejando el resto para que se extinga. Nuestra experiencia es sencilla, con cada cambio de consumo impuesto desde el exterior (falsos espejitos de colores) perdemos un medio de producción (lo que falsamente creíamos nuestra tierra, la que se sostendría por el amor que le teníamos).
Como el virus opera por oleadas (esa es otra de sus características) con el receso de las aguas se advierte el rebrote de alguna de aquellas viejas ideas, la de juntarse sin estar unidos, para ser un poco más fuertes.
"¡Ojalá!", vocablo de un anhelo cuyo sentimiento árabe se hizo castellano. La cultura de "España" es responsable de la integración positiva de la cultura árabe en Europa, y para asumirla sólo sería necesario lo imposible, un pequeño acuerdo viril y femenino con la cultura francesa, para empezar... América Latina depende de eso, de aquel viejo pleito español-francés , y no hay salida, si eso no se resuelve, como apertura para integrar una lengua inglesa que fuese solidaria.

El tercer enunciado dice, hay que tomar como punto de partida un saber nuevo, psicoanalítico, de orientación lacaniana, a saber, asumirse como exclusión interna. Duro destino.
Acá, y en cualquier país de América Latina (pero ya se ve que es así en todas partes) están los que se incluyen como traidores ­no los dejan entrar de otra manera- siendo como son gente que envía a sus hermanos a la exclusión. ¿Quién va a permanecer en la ética de la exclusión interna? No sé, pero con ficciones no. Gente concreta, a reclutar. Sin muchas chances en Argentina, a partir de la histeria racista de Martín Fierro, aunque acá también hemos imaginado la alegría de cantar la canción mexicana que dice, "Soy soldado de levita...".
Lo nuestro no es más escoria ni más fecundo que lo que pasa en cualquier parte.

Desde esta perspectiva, ¿qué lugar le queda al psicoanálisis? En otras palabras, ¿no cree que el psicoanálisis debería tener cierto lugar "éxtimo" en la sociedad?

No es que debiera tenerlo. Es que no tiene otro, si es auténtico. Hubo períodos donde la comunidad psicoanalítica podía traicionase a sí misma, con todo el derecho adquirido de una jubilación romana bien adquirida, para imaginarse el descanso de una inclusión final en alguna tierra prometida.
Todavía no se inventó un cementerio de psicoanalistas , y espero no dar la idea para esa tontería. No habrá Panteón de los psicoanalistas, aunque hayan contribuido tanto como cualquiera para segregar la savia de una respuesta de saber. Creo que la transferencia de los vivos hacia el psicoanálisis aumenta, pero con demandas nuevas, y eso es lo que hace que cada vez uno sienta más el peso de medir las palabras, según experiencia que cuentan los poetas.

¿Y no podría hacer uso de esa misma topología frente a las otras ofertas terapéuticas, en lugar de salir a competir en el mercado como una más?

Si topología es ser como exclusión interna, las únicas que tienen un saber práctico al respecto son las mujeres. No se privan de competir en el mercado, porque haciéndolo como una más, pero como una, lo castran. No es lo mismo que hacerlo como se supone que lo hacen las otras, tras las otras. Los psicoanalistas corren el riesgo de prostituirse, es verdad, pero es un hecho que algo impide que lo logren suficientemente.
Pasa que el saber del psicoanálisis sólo se conquista con su ejercicio y que, como dice Lacan, no hay fraude con el saber de Freud.

¿Qué les diría a las nuevas generaciones que se interesan en el psicoanálisis? En definitiva, ¿cómo piensa Ud. que se podría revertir un tipo de lectura que por momentos parece que tiende a agotarse en el uso y la repetición de ciertos clichés?

A las nuevas generaciones les diría que trabajen con efectividad y sin quejarse.
Ojalá, repito, construyan vínculos en la comunidad más divertidos y despejados.
Ud. sabe que he batallado contra esa repetición estereotipada de clichés, sin demasiados resultados, pero la situación actual está un poquito mejor que cuando empezamos.
En 1979 escribí un artículo sobre la cuestión y por eso lo puedo decir. El problema no es la repetición, fundamental en la transmisión. El problema es el tono con que se repite, ese tono que denuncia una tensión agresiva por momentos delirante y enteramente anudada en ideales de reconocimiento pueriles. Las identificaciones con Lacan y luego con Miller han sido intensas en nuestro contexto, pero cada agrupamiento tiene las suyas. ¿Qué podemos concluir? Que no sabíamos hasta que punto navegábamos en esos fantasmas, y que denunciarlos les otorga aún más consistencia.

Muchas gracias